Foto: Veneoligía.com
El reciente ingreso de una de mis mejores amigas a la plantilla de profesores de la UCV fue la excusa para visitar mi alma mater. La nueva profe tiene bastante tiempo libre entre clases, y yo unas cuantas horas de ocio disponible, así que quedamos en vernos allí.
Creo
que el amor que sentimos los ucevistas por la Universidad es realmente inexplicable,
es como aquellas relaciones que sabes que están deterioradas, pero que a su vez
te brindan una zona de confort que un romance nuevo no te puede dar.
Me
estacioné en el Universitario, esta vez no tenía la estela de orina que la
fanaticada del béisbol suele dejar por sus columnas (se nota que no estamos en
temporada). Mi amiga y yo almorzamos en la Asociación de Profesores,
aprovechando los beneficios que tiene el dejar de ser alumnas, y luego entramos
a la Universidad a buscar unas copias.
Por
esa entrada te recibe la canchita de ingeniería, llena de pichones de ludópatas
que aparentemente realizan un Máster en truco. Mañana, tarde o noche los ves totalmente
concentrados en su juego, como si nada en este mundo fuera más importante que
esa partida.