jueves, 13 de junio de 2013

12 Trabajos de Heraclio (basado en los 12 trabajos de Hércules)

Heraclio José tenía un año viviendo en el sanatorio mental a donde lo enviaron tras finalizar el juicio. No le incomodaba vivir allí, más bien le daba igual, todo le daba igual desde aquella noche, cuando después de recobrar la razón, supo que su vida se había terminado.
          Las enfermeras lo trataban bien y el medicamento lo estaba controlando porque los perros alucinatorios que lo asediaban por las noches aparecían con menos frecuencia, pero por otro lado estaba la depresión. Heraclio no quería hablar con nadie y se había dedicado simplemente a ver televisión, Discovery Channel, National Geographic y History Channel eran de los pocos canales que les permitían sintonizar, y entre los cuales él se turnaba, inerte, durante todo el día.
          Su madre, la Sra. Ana, quien lo visitaba una vez a la semana, nunca se habría imaginado que un documental le cambiaria de nuevo la vida a su hijo. «Soy Hércules» le dijo el sábado por la mañana cuando la vio llegar, y en seguida se dedicó a contarle que tenía días viendo una serie sobre los dioses y héroes de la mitología griega, y que había descubierto que tanto Hércules como él, habían sufrido la misma desgracia: en un ataque de locura habían matado a lo que más querían en la vida, su familia.
 «Mamá Hércules mató a toda su familia, yo no, yo sólo maté a Clarita cuando la confundí con el perro, pero fue lo mismo, ninguno de los dos lo queríamos hacer, ¿entiendes?, además tenemos el mismo nombre, Heraclio viene de Hércules, son como sinónimos!!!, ¿puedes creerlo?» su madre lo peinaba con cariño mientras escuchaba la historia, estaba impresionada de verlo tan ilusionado y aceptó sin pensarlo cuando él le dijo lo siguiente «voy a hacer los doce trabajos para purificar mi alma, igual que lo hizo Hércules, pero necesito que me traigas libros sobre mitología griega», «si mi amor» le respondió su madre, sin tener idea de lo que hablaba su hijo.

          El sábado siguiente Heraclio esperaba a su madre en la entrada del sanatorio, pero más que a ella, esperaba los libros. En cuando los tuvo en sus manos se dedicó por semanas a estudiar la vida y las hazañas de héroe más conocido de la mitología griega. Mientras diseñaba estratégicamente sus doce trabajos “versión sanatorio” comenzó a hacer ejercicios en el patio, sentadillas, abdominales, paralelas, saltos de cuerda, sus rutinas eran exhaustivas y levantaban miradas que intentaban traspasar sus pensamientos, pero el secreto de sus planes estaba sepultado entre su madre y él.
          Pasaron los días, Heraclio se sentía listo, su encuentro emocional con Hércules había hecho que su vida cobrara de nuevo sentido. Sabía que su meta no era fácil pero realizar esos trabajos era la única vía para purificar su alma y lograr que Clarita, desde donde estuviera, lo perdonara por quitarle la vida.
          Trabajo 1 Matar al León de Nemea: a Heraclio se le agrandaron los ojos cuando descubrió que Carla, la joven maniacodepresiva obsesionada con los peluches, tenia entre su colección a un Simba, un leoncito de la película de Disney “El rey León”. Ese mismo día, cuando todos estaban en el comedor cenando, Heraclio dijo que necesitaba ir al baño, pero se escapó directo a los cuartos. Se abalanzó sobre Simba y con sus propias manos lo vació por dentro, el relleno del peluche volaba como nieve por el cuarto, mientras Heraclio eufórico sonreía satisfecho. Cuando terminó de aniquilarlo se colocó la cabeza del peluche como una corona y el resto del escueto cuerpo de Simba le guindaba sobre los hombros, regresó al comedor coronado como un rey en pleno acto de ascensión y no le molestaron en absoluto los insultos que le gritó Carla al descubrir lo que había hecho.
          Trabajo 2 Matar a la Hidra de Lerna: la Hidra (monstruo de aspecto reptil con varias cabezas) era Juanita, mujer de múltiples personalidades que solía transformarse en una santa, en una zorra y en una víbora. El plan de Heraclio no era matarla, eso sólo agravaría sus pecados a redimir, pero con aplacarla por un rato sería más que suficiente. Un día, mientras Juanita tomaba una siesta en la mecedora, Heraclio comenzó a amarrarle los brazos y las piernas a la silla, con unas tiras que sacó de una camisa rota, la tenía controlada, pero justo cuando iba a taparle la boca ella despertó y comenzó a chillar en su personalidad maligna, él rápidamente logró finalizar su misión callando a Juanita, y aunque pronto aparecieron los enfermeros a liberarla, Heraclio se dio por satisfecho.
          Trabajo 3 Capturar a la Cierva de Cerina: este trabajo aunque pareciera muy complicado fue uno de los más sencillos, porque Matute, el director del sanatorio, tenía afición por la caza y los animales disecados, y había decorado su oficina como si fuera un restaurant de carnes. Entre sus trofeos tenia un ciervo de grandes cachos que se había convertido en el objetivo de Heracles, así que una tarde solicitó una cita con el director y cuando éste lo recibió en el despacho, Heraclio de un empujón lo sacó de la habitación y trancó la puerta con llave. Matute pegaba golpes de impotencia mientras Heraclio arrancaba salvajemente al ciervo de la pared y lo lanzaba emocionado por la ventana. Al terminar rápidamente abrió la puerta, pero ya el director lo esperaba con tres enfermeros que enseguida lo capturaron, para dejarlo encerrado “indefinidamente” en su habitación.
          Luego de una semana de claustro y ejercicios, Heraclio seguía concentrado en su misión aunque sus perros nocturnos no lo dejaban dormir bien. Había decidido realizar tres trabajos en uno: el 4 que era la Captura al Jabalí de Erimanto, el 7 Capturar al Toro de Creta y el 10 que era Robar el ganado de Gerión. Como la única manera que tendría de conseguir todo esto era en forma de alimento, decidió hacer un ataque a la cocina del sanatorio. Se despertó de madrugada para no llamar tanto la atención y cuando se encontraba allí recordó el trabajo número 11, Robar las Manzanas del Jardín de las Hespérides, así que decidió matar 4 pájaros de un tiro. Se dirigió al congelador para meter en una bolsa las manzanas y todos los paquetes de carne, cerdo y tocineta que tenían en reserva y se los llevó al cuarto para esconderlos debajo de su cama. Heraclio rezaba a los Dioses del Olimpo para que no descubrieran que la misteriosa desaparición de la comida había sido su culpa, pero a los dos días el olor comenzó a delatarlo y los médicos, sin hacer mucho escándalo, hicieron a su madre reponer todo el alimento robado.
          El siguiente trabajo sería el 5, Limpiar los Establos de Augías. En un sanatorio mental no hay establos, pero sí baños colectivos en los que Heraclio se sentía como ganado aprisionado, su solución fue, al igual que Hércules, inundar los baños abriendo todos los lavamanos y las duchas a la vez, en un momento         de distracción de sus cuidadores. Afortunadamente salió de este trabajo con suerte y nadie se dio cuenta de su autoría, pero su comportamiento comenzaba a preocupar seriamente a los médicos quienes creían que su esquizofrenia estaba llegando a un punto incontrolable.
          En los siguientes días Heracles decidió ejecutar las próximas tareas así:
Trabajo 6 Matar a los Pájaros de Estínfalo: una tarde se montó en el árbol del patio dos ollas de la cocina y comenzó a sonarlas entre sí, el escándalo fue tal que todos los pericos salieron volando del miedo, mientras el resto de los enfermos se reían de su “gracia”.
Trabajo 8 Robar las Yeguas de Diómedes: un día resolvió quitarle los cuadros a Ángel, el obsesivo compulsivo que sólo pintaba caballos, lo cual terminó en una gran disputa porque el “artista” solicitaba la devolución inmediata de sus obras, mientras Heraclio argumentaba que su robo era por un bien mayor, que no haría nada malo con ellos, pero resguardarlos le aseguraría la purificación de su alma. Ángel, tras una larga negociación, accedió a dejarlos en el cuarto de Heraclio, que terminó pareciéndose a un museo de caballos.
 Trabajo 9 Robar el Cinturón de Hipólita: para Heraclio la Reina de las Amazonas era Basilia, la jefa de la cocina con la que ya venía teniendo problemas por su comportamiento, así que un día, en un intento ficticio de reconciliación, Heraclio intentó pedirle disculpas con un abrazo, pero su  verdadera intención era quitarle el cinturón de cuero que ella utilizaba todos los días. Al darse cuenta de ello Basilia se molestó y comenzó a amenazarlo mientras forcejaban, entonces Heraclio, que ya estaba cansado de las peleas, decidió contarle sus verdaderas intenciones. Tras escuchar la historia de los 12 trabajos de Hércules, la cocinera, con una mezcla de indignación y lástima, decidió regalarle la prenda.
Al día siguiente Matute, todos los médicos, los enfermeros e incluso los enfermos estaban enterados de la historia de Heraclio y su obsesión con el héroe griego. El personal del sanatorio no le quitaba la vista de encima y discutían en reuniones cómo manejar su situación. Heraclio estaba preocupado porque sólo le quedaba un trabajo, el número 12, Capturar en los infiernos al Can Cervero, pero cada día se hacía más difícil. Cervero para él, era el dóberman agresivo que vivía en la tormentosa casa del al lado, y para dominarlo debía saltar la reja y enfrentarlo. Pero con un enfermero de turno siempre a su lado, esto no seria posible.
Entonces sucedió el milagro,  Heraclio comprendió el dicho “si Mahoma no va a la montaña, la montaña va a Mahoma” justo cuando Cervero, desesperado por el olor a chuleta que se desprendía de la cocina de Basilia, cavó un hueco debajo de la reja y se apareció cual fiera hambrienta en el comedor. Heraclio saltó como un súper héroe y cayó encima del perro, sus compañeros lo animaban mientras se daba una lucha a muerte, Cervero arañaba sus brazos, desprendía a mordiscos su ropa, y justo en el momento más álgido, Heracles agarró una chuleta del plato más cercano y se la entregó al perro quien en fracciones de segundo cayó rendido a sus pies.
Un minuto más tarde el héroe era cargado en hombros por sus compañeros que gritaban al unísono «Hércules, Hércules, Hércules», y allí en ese momento, Heraclio se bañó de gloria y sintió que la locura no se apoderaría nunca más de su mente, que los perros jamás volverían a atacarle y que algún día, Clarita lo recibiría en el Olimpo, para colocarle de una vez y para siempre, su hermosa corona de olivos.



         

          

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