Heraclio José tenía un año viviendo en el sanatorio
mental a donde lo enviaron tras finalizar el juicio. No le incomodaba vivir
allí, más bien le daba igual, todo le daba igual desde aquella noche, cuando
después de recobrar la razón, supo que su vida se había terminado.
Las
enfermeras lo trataban bien y el medicamento lo estaba controlando porque los
perros alucinatorios que lo asediaban por las noches aparecían con menos
frecuencia, pero por otro lado estaba la depresión. Heraclio no quería hablar
con nadie y se había dedicado simplemente a ver televisión, Discovery Channel,
National Geographic y History Channel eran de los pocos canales que les
permitían sintonizar, y entre los cuales él se turnaba, inerte, durante todo el
día.
Su
madre, la Sra. Ana, quien lo visitaba una vez a la semana, nunca se habría
imaginado que un documental le cambiaria de nuevo la vida a su hijo. «Soy
Hércules» le dijo el sábado por la mañana cuando la vio llegar,
y en seguida se dedicó a contarle que tenía días viendo una serie sobre los
dioses y héroes de la mitología griega, y que había descubierto que tanto
Hércules como él, habían sufrido la misma desgracia: en un ataque de locura
habían matado a lo que más querían en la vida, su familia.
«Mamá
Hércules mató a toda su familia, yo no, yo sólo maté a Clarita cuando la
confundí con el perro, pero fue lo mismo, ninguno de los dos lo queríamos
hacer, ¿entiendes?, además tenemos el mismo nombre, Heraclio viene de Hércules,
son como sinónimos!!!, ¿puedes creerlo?» su
madre lo peinaba con cariño mientras escuchaba la historia, estaba impresionada
de verlo tan ilusionado y aceptó sin pensarlo cuando él le dijo lo siguiente «voy
a hacer los doce trabajos para purificar mi alma, igual que lo hizo Hércules,
pero necesito que me traigas libros sobre mitología griega», «si
mi amor» le respondió su madre, sin tener idea de lo que
hablaba su hijo.
El sábado
siguiente Heraclio esperaba a su madre en la entrada del sanatorio, pero más
que a ella, esperaba los libros. En cuando los tuvo en sus manos se dedicó por
semanas a estudiar la vida y las hazañas de héroe más conocido de la mitología
griega. Mientras diseñaba estratégicamente sus doce trabajos “versión
sanatorio” comenzó a hacer ejercicios en el patio, sentadillas, abdominales,
paralelas, saltos de cuerda, sus rutinas eran exhaustivas y levantaban miradas
que intentaban traspasar sus pensamientos, pero el secreto de sus planes estaba
sepultado entre su madre y él.
Pasaron
los días, Heraclio se sentía listo, su encuentro emocional con Hércules había
hecho que su vida cobrara de nuevo sentido. Sabía que su meta no era fácil pero
realizar esos trabajos era la única vía para purificar su alma y lograr que
Clarita, desde donde estuviera, lo perdonara por quitarle la vida.
Trabajo
1 Matar al León de Nemea: a Heraclio
se le agrandaron los ojos cuando descubrió que Carla, la joven maniacodepresiva
obsesionada con los peluches, tenia entre su colección a un Simba, un leoncito
de la película de Disney “El rey León”. Ese mismo día, cuando todos estaban en
el comedor cenando, Heraclio dijo que necesitaba ir al baño, pero se escapó
directo a los cuartos. Se abalanzó sobre Simba y con sus propias manos lo vació
por dentro, el relleno del peluche volaba como nieve por el cuarto, mientras
Heraclio eufórico sonreía satisfecho. Cuando terminó de aniquilarlo se colocó
la cabeza del peluche como una corona y el resto del escueto cuerpo de Simba le
guindaba sobre los hombros, regresó al comedor coronado como un rey en pleno
acto de ascensión y no le molestaron en absoluto los insultos que le gritó
Carla al descubrir lo que había hecho.
Trabajo
2 Matar a la Hidra de Lerna: la Hidra
(monstruo de aspecto reptil con varias cabezas) era Juanita, mujer de múltiples
personalidades que solía transformarse en una santa, en una zorra y en una
víbora. El plan de Heraclio no era matarla, eso sólo agravaría sus pecados a
redimir, pero con aplacarla por un rato sería más que suficiente. Un día,
mientras Juanita tomaba una siesta en la mecedora, Heraclio comenzó a amarrarle
los brazos y las piernas a la silla, con unas tiras que sacó de una camisa rota,
la tenía controlada, pero justo cuando iba a taparle la boca ella despertó y
comenzó a chillar en su personalidad maligna, él rápidamente logró finalizar su
misión callando a Juanita, y aunque pronto aparecieron los enfermeros a
liberarla, Heraclio se dio por satisfecho.
Trabajo
3 Capturar a la Cierva de Cerina: este
trabajo aunque pareciera muy complicado fue uno de los más sencillos, porque
Matute, el director del sanatorio, tenía afición por la caza y los animales
disecados, y había decorado su oficina como si fuera un restaurant de carnes.
Entre sus trofeos tenia un ciervo de grandes cachos que se había convertido en
el objetivo de Heracles, así que una tarde solicitó una cita con el director y
cuando éste lo recibió en el despacho, Heraclio de un empujón lo sacó de la
habitación y trancó la puerta con llave. Matute pegaba golpes de impotencia
mientras Heraclio arrancaba salvajemente al ciervo de la pared y lo lanzaba
emocionado por la ventana. Al terminar rápidamente abrió la puerta, pero ya el
director lo esperaba con tres enfermeros que enseguida lo capturaron, para
dejarlo encerrado “indefinidamente” en su habitación.
Luego
de una semana de claustro y ejercicios, Heraclio seguía concentrado en su
misión aunque sus perros nocturnos no lo dejaban dormir bien. Había decidido
realizar tres trabajos en uno: el 4 que era la Captura al Jabalí de Erimanto, el 7 Capturar al Toro de Creta y el 10 que era Robar el ganado de Gerión. Como la única manera que tendría de conseguir
todo esto era en forma de alimento, decidió hacer un ataque a la cocina del
sanatorio. Se despertó de madrugada para no llamar tanto la atención y cuando
se encontraba allí recordó el trabajo número 11, Robar las Manzanas del Jardín de las Hespérides, así que decidió
matar 4 pájaros de un tiro. Se dirigió al congelador para meter en una bolsa las
manzanas y todos los paquetes de carne, cerdo y tocineta que tenían en reserva
y se los llevó al cuarto para esconderlos debajo de su cama. Heraclio rezaba a
los Dioses del Olimpo para que no descubrieran que la misteriosa desaparición
de la comida había sido su culpa, pero a los dos días el olor comenzó a
delatarlo y los médicos, sin hacer mucho escándalo, hicieron a su madre reponer
todo el alimento robado.
El
siguiente trabajo sería el 5, Limpiar los
Establos de Augías. En un sanatorio mental no hay establos, pero sí baños
colectivos en los que Heraclio se sentía como ganado aprisionado, su solución
fue, al igual que Hércules, inundar los baños abriendo todos los lavamanos y
las duchas a la vez, en un momento
de distracción de sus cuidadores. Afortunadamente salió de este trabajo con
suerte y nadie se dio cuenta de su autoría, pero su comportamiento comenzaba a
preocupar seriamente a los médicos quienes creían que su esquizofrenia estaba
llegando a un punto incontrolable.
En los
siguientes días Heracles decidió ejecutar las próximas tareas así:
Trabajo 6 Matar
a los Pájaros de Estínfalo: una tarde se montó en el árbol del patio dos
ollas de la cocina y comenzó a sonarlas entre sí, el escándalo fue tal que todos
los pericos salieron volando del miedo, mientras el resto de los enfermos se
reían de su “gracia”.
Trabajo 8 Robar
las Yeguas de Diómedes: un día resolvió quitarle los cuadros a Ángel, el obsesivo
compulsivo que sólo pintaba caballos, lo cual terminó en una gran disputa
porque el “artista” solicitaba la devolución inmediata de sus obras, mientras
Heraclio argumentaba que su robo era por un bien mayor, que no haría nada malo con
ellos, pero resguardarlos le aseguraría la purificación de su alma. Ángel, tras
una larga negociación, accedió a dejarlos en el cuarto de Heraclio, que terminó
pareciéndose a un museo de caballos.
Trabajo 9 Robar el Cinturón de Hipólita: para
Heraclio la Reina de las Amazonas era Basilia, la jefa de la cocina con la que
ya venía teniendo problemas por su comportamiento, así que un día, en un
intento ficticio de reconciliación, Heraclio intentó pedirle disculpas con un
abrazo, pero su verdadera intención era
quitarle el cinturón de cuero que ella utilizaba todos los días. Al darse
cuenta de ello Basilia se molestó y comenzó a amenazarlo mientras forcejaban,
entonces Heraclio, que ya estaba cansado de las peleas, decidió contarle sus
verdaderas intenciones. Tras escuchar la historia de los 12 trabajos de
Hércules, la cocinera, con una mezcla de indignación y lástima, decidió
regalarle la prenda.
Al día siguiente Matute, todos los médicos, los enfermeros
e incluso los enfermos estaban enterados de la historia de Heraclio y su
obsesión con el héroe griego. El personal del sanatorio no le quitaba la vista
de encima y discutían en reuniones cómo manejar su situación. Heraclio estaba
preocupado porque sólo le quedaba un trabajo, el número 12, Capturar en los infiernos al Can Cervero,
pero cada día se hacía más difícil. Cervero para él, era el dóberman agresivo
que vivía en la tormentosa casa del al lado, y para dominarlo debía saltar la
reja y enfrentarlo. Pero con un enfermero de turno siempre a su lado, esto no
seria posible.
Entonces sucedió el milagro, Heraclio comprendió el dicho “si Mahoma no va
a la montaña, la montaña va a Mahoma” justo cuando Cervero, desesperado por el
olor a chuleta que se desprendía de la cocina de Basilia, cavó un hueco debajo
de la reja y se apareció cual fiera hambrienta en el comedor. Heraclio saltó
como un súper héroe y cayó encima del perro, sus compañeros lo animaban
mientras se daba una lucha a muerte, Cervero arañaba sus brazos, desprendía a
mordiscos su ropa, y justo en el momento más álgido, Heracles agarró una
chuleta del plato más cercano y se la entregó al perro quien en fracciones de
segundo cayó rendido a sus pies.
Un minuto más tarde el héroe era cargado en hombros
por sus compañeros que gritaban al unísono «Hércules,
Hércules, Hércules», y allí en ese momento, Heraclio se bañó de gloria y
sintió que la locura no se apoderaría nunca más de su mente, que los perros jamás
volverían a atacarle y que algún día, Clarita lo recibiría en el Olimpo, para
colocarle de una vez y para siempre, su hermosa corona de olivos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario